No hay nada peor que incubar una gripe en casa ajena. Y en cama ajena, también, y más aún cuando el de al lado tiene que madrugar.
La garganta se reseca y siento incapacidad para tragar mi propia saliva. Si un lado de la nariz parecía taponado y perdido para siempre, el otro ha debido de tener envidia, porque se le ha unido en su lucha contra mí y a pesar de mis esfuerzos, no me ha quedado otra que abrir la boca y respirar de esta incómoda manera, por lo cual mi ya enferma garganta no ha hecho sino empeorar.
El dolor de garganta, nunca falla, sube hasta la cabeza y aporrea, aporrea, aporrea...también resuena en mis oídos y llega a casi incapacitarlos.¡Dios mío, no oigo!
La fiebre ataca, y todo mi cuerpo, débil y dolorido, gime de dolor ante cualquier intento de cambio de postura, que, seamos sinceros, en una cama individual ocupada por dos es harto imposible.
A todo esto se le une el hecho de la terrible oscuridad, que distorsiona y no da ni una leve idea de la hora que es. El agobio en una pequeña habitación que me ahoga por momentos, y de la que
1. no puedo salir porque la alarma se dispararía y despertaría no solo a los habitantes de la casa sino también a la policía y
2. Si despierto a mi compañero para que la apague para salir a tomar el aire no se lo va a tomar nada bien.
El caso es que entre vuelta para arriba, vuelta para abajo, a un lado, al otro, gasto de un paquete de clínex y quejidos varios...el tiempo transcurrido dormida a lo largo de la noche no habrá sobrepasado los 5 minutos.
Pocas veces deseé tanto que la mañana apareciese ya, con gallo o sin él.
3 comentarios:
Cuánta razón en tan pocas palabras, señorita... Viva la gripe!! Vivan los mocos!!
Aaag, calla, soluciones quiero ya! Frenadol caca! Mentira todos!
Ya sabes, beber cerveza, pasar frío, dormir poco y no comer nada. Bueeeeno, y un porriiiilloo...
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