Nunca me ha gustado demasiado la poesía.
Si, al igual que con la música, disfruto muchísimo de la novela, el ensayo o el teatro, no me pasa eso mismo con la poesía, para la que no creo tener la sensibilidad adecuada.
Aún así, debe ser tanta su fuerza que he llegado a disfrutar de unas pocas. Entre ellas, esta oda III de Los besos de amor de Juan Meléndez Valdés.
Cuando mi blanda Nise
lasciva me rodea
con sus nevados brazos
y mil veces me besa,
cuando a mi ardiente boca
su dulce labio aprieta,
tan del placer rendida
que casi a hablar no acierta,
y yo por alentarla
corro con mano inquieta
de su nevado vientre
las partes más secretas,
y ella entre dulces ayes
se mueve más y alterna
ternuras y suspiros
con balbuciente lengua,
ora hijito me llama,
ya que cese me ruega,
ya al besarme me muerde,
y moviéndose anhela,
entonces, ¡ay!,
si alguno contó del mar la arena,
cuente, cuente, las glorias en
que el amor me anega.
¿Será la vida antes poesía que novela?¿Será sobretodo la poesía el sentimiento, mientras que la novela será la acción?¿O no se tratarán simplemente ambas más que de castillos en las nubes?
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