En qué creer cuando la realidad nos golpea y nos humilla.
A quién respetar cuando agobiados sobrevivimos en fango y mierda.
¿Dónde el amor? Si el caos nos envuelve y nos obceca.
Para qué creer en las palabras o en las intenciones si cada despertar nos hallamos en las mismas circunstancias.
La realidad evoluciona, pero tan lentamente que cuando yo había llegado al ideal, la vida se dedicaba a despojarme de lo que tanto trabajo me costó lograr.
Si la ambición y la esperanza fuesen desterradas de la vida, una de dos: o todos seríamos suicidas, o llegaríamos a ser revolucionarios.
2 comentarios:
Si es que el que dijo que un optimista era un pesimista mal informado tenía más razón que un santo. Si es que vale que son bonitas las risas pero las melancolías bien entendidas (las que no te rebozan) también estan muy bien
Sé que no te has dado cuenta, pero la esperanza se murió de esperar, y la ambición es una mala puta que se acuesta con todo el que paga. Lo siento, no pienso suicidarme. Prefiero lo segundo.
Un saludo.
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