No hay tiempo que perder.
Soñar no basta al que ama la vida.
Ya no hay dioses, demonios o brujas en los cielos.
Los círculos se cierran, la ciudad agoniza, el fin de un sistema se acerca. Aquí, en la ciudad, esqueleto y sistema nervioso del hombre, abundan los miedos, las casas cerradas, los hombres y mujeres sin trabajo, las drogas del estado, la policia represiva, las cárceles de muerte, basura y odio. Los rostros inexpresivos, deformados... la soledad. Es la ciudad un hombre; un hombre al que todos creamos. Nuestro hombre nos abraza. Sentimos repugnancia, asco. Nuestro hombre no nos gusta. Hace de nosotros ratas de ciudad. Somos víctimas, pero el corazón aún continua latiendo.
No hay tiempo que perder.
Soñar no basta al que ama la vida.
Un día despertaste del gran sueño, te vestiste. No querías que los demás te vieran desnudo. Aún después del gran sueño desconfiabas de ellos. Te pusiste unas ropas sencillas. Bajaste las escaleras del piso y al llegar a la calle miraste a tu alrededor: los coches llenaban el espacio. Tú tenías coche.
Los peatones, escarabajos andantes, caminan con prisa y miedo. El semáforo hace que te detengas, la música de jazz vibra en el espacio.
Del sueño no se despierta tan facilmente.
Buscas aparcamiento. Las calles están concurridas. Entras en el interior de un pub. Escuchas la música, bebes. Ya los ronquidos resuenan en las paredes. Hablas. Dibujas cometas blancas y rojas en el aire. Sonríes. Te sumerges dentro del humo del tabaco que tú también fumas y la luz del sol está contigo. Llegas a casa borracho. Mañana has de levantarte temprano, tienes que trabajar. Después hablarás y hablarás y te sentirás profeta. Maestro en la ciudad del chiringo. Y contarás el esfuerzo de las ocho horas de trabajo y hablarás de tu independencia, de tu justificación para consumir...
Algunos días te encierras en el interior de una vivienda, escuchas la música de unos hombres, alabas su creatividad, los endiosas de sabiduría y a ti que los comprendes te salpican de destellos divinos. Mientras, el tiempo pasa y tú sueñas.
No es fácil despertar ¿verdad?. Entonces, amigo, olvida tus cruzadas, la guerra santa. ¿Sabes que los sueños a veces se convierten en pesadlla? No es fácil despertar, amigo.
No hay tiempo que perder.
Soñar no basta al que ama la vida.
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