miércoles, septiembre 22, 2004

La urbe

El sol justiciero apunta sus rayos contra mi silueta. Sentada en un banco, en una de las numerosas plazas de Barcelona, la mala fortuna ha querido que en el mediodía de un miércoles de un septiembre más, no quedasen bancos a la sombra desocupados.
Miro con furia a sus ocupantes, que a su vez parecen mirarme con sorna. Burlándose de mi mala suerte.
Las palomas picotean cerca nuestro. Están tan acostumbradas al ser humano que parecen no poder vivir sin su compañía. Avistan algo y todas, una detrás de otra (o de par en par), vuelan hacia mí (¡Menudo susto! Debieron ver algo que les llamó la atención detrás mio). Sucias ratas de gran urbe. Como si de aves carroñeras se tratase, se alimentan de los restos de nuestro alimento.
No soporto a las palomas desde que leí a Mercè Rodoreda.

El ruido del tráfico lo ocupa todo: bocinas de ambulancias, frenazos, motos, autobuses...y de vez en cuando un olor nauseabundo a mierda de perro llega a mi olfato.
Bajo mis pies se encuentra el metro. A veces creo notar vibrar la tierra en la suela de mis zapatos.
Una suave brisa se levanta y me regala su frescor, mientras que al otro lado el sol sigue machacándome sin compasión.
Y el reloj aún marca apenas las 16:10. No avanza, detiene.
Avisto un banco vacío a la sombra, enfrente, pero la pereza me vence y reniego de mover mis trastos y mi cansado cuerpo hacia allí, cuando apenas dentro de diez minutos me levantaré para irme.

Hoy los acontecimientos me han querido poner a prueba. Y aún no sé qué camino he de escoger para acertar y ganar el trofeo. Las horas de indecisión son las más lentas y pesadas del día.
Me encuentro en el centro de la gran ciudad (¡Vaya!¡Esto es lo que siempre me ha gustado!) Y de repente...ha perdido del todo su encanto.
No veo más que tiendas atrapasalarios que nos empujan a gastar sin remordimientos, todo en cosas inútiles. Olor a gasolina y contaminación acústica que ensordece y me levanta la, parece ser, incipiente migraña. Calles sucias, llenas de palomas y moscas molestas que no permiten relajarse. Y falta de higiene en los aseos, en el vaso de Nestea y en la cantidad de gente que inunda las calles durante horas: obesos y pijas, Jennis y guiris, ejecutivos y encuestadoras, guiris y inmigrantes...
Creo que ha llegado la hora de irme.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Super work performed.