Un vestido negro de espalda descubierta y un traje con corbata azul bailaban cogidos de las pinzas, a la manera circular.
Vueltas y vueltas sobre sí mismos. Se miraban los vacíos y sabían que estaban hechos el uno para el otro.
De vez en cuando, el botón que se desabrochaba,el tirante que caía.Y entonces abandonaban la pista y salían a apaciguar su calor con caricias de tela y aire fresco. Perfumes de violetas los envolvían, y hasta Luna les echó un guiño en halo de luz, iluminando su danza.
Las vestimentas de alrededor les miraban con esa atónita expresión, mezcla de perpejidad y envidia, que sólo la hermosura verdadera es capaz de provocar.
Hasta que llegaron los cuerpos, que todo lo toman a la fuerza.
Suplicando compasión, ambos perdieron sus virginidades hechos jirones, y no de la manera en que habían soñado.
6 comentarios:
Hasta que llegaron los cuerpos, que todo lo toman a la fuerza
Cojonuda frase pardiez.
Cierto es que la imaginación es eso y que si alguien imaginó lo que el destino le deparaba tal y como finalmente acabó ofreciéndoselo, dichoso él y su don clarividente. Me gustó la canción y me picaste el gusanillo por Miller, al que no he tenido el gusto. El problema de lo que dices es que el colectivismo como el individualismo nos resta humanidad, por no preocuparnos de nuestra personalidad en el primer caso o por el resto de personalidades en el segundo. Mala solución tiene.
Apretar el reset quizás sea.
Se feliz
Bo-ni-to.
En tres palabras.
Debia ser un tango... solo un tango levanta tanta sensualidad y pasión como la que has narrado.
Genial.
Jaja. Hablas como Yoda Zifnab: "Apretar el reset quizá sea".
Umm, ¿ése es el botón rojo? Nunca me han gustado esos presuntuosos.
este post me ha gustado...
:) Me alegro. ¡Con lo poco que te prodigas por quí! ;)
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