lunes, mayo 09, 2005

Mi ciudad natal particular

Hoy, leyendo Los Miserables, me he encontrado con este párrafo de Victor Hugo:

" Mientras uno vive en su ciudad natal, cree que las calles le son indiferentes, que las ventanas, los techos, y las puertas nada significan, que esas paredes le son extrañas, que los árboles son como otros cualesquiera; que las casas cuyo umbral no pisa, son inútiles; que el suelo que pisa es solamente piedra. Pero después, cuando se ha abandonado la patria, se constata que aquellas calles son objeto de cariño; se siente la falta de aquellas ventanas, tejados y puertas, se echa de ver que aquellas paredes son necesarias; que aquellos árboles son queridos; que en aquellas casas cuyo umbral no se pisaba, se entraba todos los días, y que el desterrado ha dejado su sangre y su corazón en aquel suelo. Todos esos sitios no se ven ya, que no se verán tal vez nunca y cuya imagen se ha conservado viva, adquieren un encanto doloroso, se presentan con la melancolía de una aparición, hacen visible la tierra sagrada, y son, por decirlo así, la forma misma de la patria, se los ama; se los evoca tales como son, y no se nota que nada haya cambiado, porque en ellos se ve el rostro de la madre."

Y cuán certero siento este pasaje cuando yo, que abandoné mi ciudad natal a los 9 años, no hago sino revivir continuamente en mi mente mi calle polvorienta y sin asfaltar. La casa vieja de dos plantas y el muro que guardaba misteriosos jardines detrás. La tienda de Tomasita y a su viejo padre en su aún más vieja bici. Aquel restaurante de vidrio que ya no existe en la cima. Las ortigas que crecían en mi colegio, y que ya no deben crecer, y los bancos como eran antes. Las papeleras de entonces, los gusanitos naranjas que vendían en el parque y sus patos, que ya no están y han dejado su lugar a otros nuevos.
Los columpios desterrados por unos más modernos y los comercios sustituidos por grandes centros comerciales.
El teléfono de mi abuela, en el que mis dedos hacían girar la rueda alrededor de sus números. El tobogán oxidado, las castañas en la calle, las olas rompiendo y salpicando el paseo...
Y nunca volverán las mismas olas, ni las casetas de la playa serán las mismas. Mi calle abandonada ya no existe, y la tienda de Tomasita desapareció. Allá dónde yo vivía hay un monumento, enfrente, un Corte Inglés. Los niños ya no caen sobre tierra al jugar en los parques, sino sobre suave corcho.
Y a pesar de haber vuelto casi cada año y haber conocido esa nueva ciudad que es, yo la llevo en mi corazón cómo la viví. Con mi ventana rota, mi librería predilecta, los autobuses de los enormes botones naranjas, la ciudad de una sola playa, los pequeños comercios y las sidrerías de suelos mojados. Ahí voy yo con mi vestido marinero, temiendo los bichos en flores amarillas. Y esa acera que piso..ya no está, ha sido cambiada. Pero sigue viviendo en mi recuerdo.
Ni peor ciudad que la que es, ni mejor que la que era, pero es la mía.

6 comentarios:

Isthar dijo...

Creo que más que las ciudades natales son además las ciudades en que vivimos alguna época importante de nuestras vidas. Aquellas que significaron algo para nosotros, por uno u otro motivo.

sconcerto dijo...

Yo volví, años después, al pueblo donde viví los primeros años de mi vida... Y lo que más me chocó es que todo parecía muchísimo más pequeño de lo que yo lo recordaba. Calles estrechísimas, casas minúsculas, montañas encogidas, lagunas casi como charcas... Mi casa, había desaparecido, mi patio no estaba, el campo donde tanto jugué, estaba edificado...

Fue bastante agridulce el reencuentro. Suerte que fue acompañado de reencuentro con las personas que vivimos allí aquellos años...

Kaloni dijo...

La patria de la personas, que es su niñez, generalmente comparte territorio con nuestra ciudad natal.
Y ahí nos duele, al ser arrancados de ella. Voluntariamente o por necesidad, da lo mismo.
Un besote.

Laura dijo...

Es raro regresar a "casa"

ABA dijo...

Nostalgico...

Yo viví tres años fuera de mi ciudad. La extrañé tanto. Ahora que estoy aqui me da igual.

Anónimo dijo...

Bonito, nostálgico y evocador tu post. Yo creo que cuando evocamos nos hacemos más sensibles. Besos.