En mi infancia hay una tienda. Un pequeña tienda de víveres de esas que lo tienen todo y que ya casi no hay, a las que hoy en día las leyes tienen que proteger para que no sean absorvidas o obligadas a cerrar. Lo que llamaríamos un colmado.
No sé que nombre tendría, pero para nosotros era "la tienda de Tomasita".
Tomasita era la tendera, la hija de los señores padres de Tomasita. Su madre atendía en el mostrador, junto a ella, y su padre era un abuelo octogenario que paseaba por la ciudad en bicicleta y que desde su dos ruedas siempre me hacía rabiar.
En la tienda de Tomasita descubrí los Phoskitos, los tomates, aprendí a robar nueces y encontré la utilidad al papel con el que se envolvía el pan. Ese papel marrón tan característico.
En el mostrador, cada día, esperándome, aguardaba un bote repleto de bolígrafos. Y Tomasita me brindaba su sonrisa y su papel marrón al mismo tiempo que yo cogía con ansia uno de ellos.
Y dibujaba orgullosa bajo sus aclamaciones.
En esos momentos me creía la mejor dibujante del mundo. Mis sirenas eran las sirenas más bellas de cualquier mar posible, mis casas, las más luminosas y admiradas, y mis príncipes y princesas, los más apuestos y buenos que jamás nadie podría conocer.
Ese feo papel marrón se convertía en el lienzo más codiciado por cualquier experto, y mis obras eran mostradas mediante continuos elogios a mi persona y destreza.
Cada incursión en la tienda de Tomasita se convertía en una agradable visita a mi ego, y un inconmesurable cariño se estableció entre esas 3 personas, mi madre y yo.
No sé que fue de la tienda de Tomasita. Si sigue abierta, si cerró, o si en su lugar hay algún supermercado. Quizá su pícaro padre ya no viva, los 3 se hayan mudado, o sean dueños de una tienda aún más entrañable. Puede que, de vez en cuando, aún tengan algún recuerdo para mí, como lo tengo yo para ellos.
Por eso, supongo, les dedico este rinconcito en mi blog.
5 comentarios:
Vivan los ultramarinos y la madre que los parió. Un mundo sin ellos es bastante más gris. En el supermercado nadie te reconoce. En el mercado saben coomo me llamo. No me llaman zifnab pero si algo parecido. Lástima de costumbres que se evaporan.
Ternura
Se feliz
entrañable recuerdo, ahora que las tiendas de barrio entrañables empiezan a desaparecer.
sldos
yo tengo un recuerdo muy parecido de mi infancia que dura hasta ayer, pero en vez de phoskitos yo era mas de tigretón y los cromos de sport billy...Además me regalaban terrones de azúcar...ayer me enteré que la cierran, los tres hermanos se jubilan... problemas de sanidad dicen...una jugada del arrendador dicen ellos...una pena digo yo.
jeje sí tengo dibujitos antiguos, entre los escritos de mi padre sobretodo. Y sí, la verdad es que es entrañable verlos con el paso de los años.
:)
Gracias por la sonrisa que me has arrancado.
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