Me contó que su madre murió y su padre se volvió a casar con otra mujer cuando ella tenía siete años. Que le dolía en el pecho ver a su padre acostándose con otra que no fuera su madre, y que eso le encogía el corazón. Me contó que se fue a vivir con su tía Carmen, y que conoció a su marido allí mismo, en Granada. Y cómo su marido era un gran hombre, que lo malo sólo lo guardaba para casa, cuando le daba por la bebida y esas cosas.
Que tenía a su Encarni, a la que le daba el pecho, y le había salido trabajo para amamantar a otro niño, pero su tía Carmen le aconsejó que se fuera con su padre a Cataluña, que no aceptara ese trabajo de perdidas, que ella podía tener cosas mejores. No llevar esa mala vida junto a un hombre que podía maltratar a su hija.
Y allá fue ella, con su niña..y su marido.
Se encontró viviendo en una barraca al lado de las obras de una carretera. Un cuartucho sucio en el que vivían ella, su hija, su marido, y más niñas que habrían de venir (en concreto: siete). En el cuartucho de al lado: su padre, su madrastra y sus dos hermanastras.
Encontró trabajo en un colegio de monjas. Le costó mucho encontrar algo, porque la gente no se fiaba de los de fuera. Que los catalanes eran muy suyos y le pidieron todos los papeles: de nacimiento, de casados..todos. Le hablaban en catalán y ella no entendía nada. (Que ahora vienen los inmigrantes y tienen su piso en alquiler, y trabajo, pero de mí no se fiaban y era española). Fregaba el colegio y la capilla a cambio de la enseñanza de sus hijas. Recorría 20 km varias veces al día, del cuartucho al colegio, del colegio al cuartucho. Amamantaba a sus hijas y las de las demás.
Y su padre salió en su defensa apalizando a su marido y echándole de la barraca.
Cómo te vuelva a ver por aquí te mato. Te juro que te mato. No le pones ni un dedo más encima a mi hija.
¿Pero cómo iba a vivir yo sin mi marido? Niña, ¿qué voy a hacer yo sin ti, si eres lo que más quiero?
Así que se fugaron y pasaron la noche en una furgoneta convertida en tienda de campaña. Él en un lado, ella en el otro.
Las monjas del colegio le encontraron una casa (fueron siempre muy buenas conmigo), cuya primera planta estaba ocupada por una anciana, en alquiler. Y allí fueron. Su marido comenzó a trabajar en un cortijo. La anciana no usaba agua, así que se la cortaron (¿y tú sabes lo que costaba el alta del agua? ¿y como íbamos a saber cuánto tiempo estaríamos allí?), y ella iba varias veces al día al pozo del pueblo (20km arriba, 20 km abajo) a buscarla (el agua). Hubo años en que lo trabajado en el cortijo no valió de nada a causa de las tormentas y el granizo. Tanto trabajo para nada. Tantas penurias para nada.
Y allí está, abuela abnegada cuidando de su marido enfermo de alzheimer. Pellizcándole pícara diciéndole: ay! lo que me hiciste pasar!. (¡porque era muy celooso!¡muy celoso ha sido!)
Que nosotros no sabíamos lo que eran las vacaciones..
Y aquí estoy, viviendo en el lujo de pisos de 100m2 y apartamentos en la playa. Con vacaciones varias veces al año y trabajando con el mínimo esfuerzo físico. Con la tripa demasiado llena y zapatos a miles. Con tv por cable y conexión de alta velocidad.
Aquí estamos. Sintiéndonos culpables por no estar nunca satisfechos.
5 comentarios:
Qué gran verdad illa. Me emocionó la descripción. Que valentía, que fuerza, la de nuestros mayores.
casi me haces llorar, jolines.
es una historia tierna, preciosa y tremenda
y no tengo ninguna dificultad para imaginarmelo todo
y, como no me van a encantar los abuelos
(antes un abu que un puto niño, siempre)
sigues escribiendo dulce y armónico.
un gustazo volver.
Toda la razón tienes. No nos damos cuenta de todo lo que tenemos ... quitale el móvil a casi cualquier persona y le creas un trauma; o el buscar por internet calles, cartelera, etc antes de salir.
Cuanto más tenemos, más queremos.
Charly
Ya lo dicen. Que la realidad siempre supera la ficción, ¿no?
Y que vivimos muy bien sin valorar nada, también lo dice.
Si es que todo está dicho, no sé por qué repito tanto..:P
touchée
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