jueves, enero 04, 2007

Padres, ¡para qué os quiero!

Dios mío. PADRES.

Creo que no lidiaba con algo así desde la adolescencia.
Bueno, miento, desde alguno de los primeros años de carrera. En el que, aún, determinadas actitudes tenían algún sentido, pero que, indudablemente, YA NO.
No he sido ni adolescente problemática, ni irascible, de malas compañías o rebelde. Más bien al contrario, en ocasiones creo haber sido demasiado sumisa (en parte porque creo tener el sentido de la responsabilidad y obligación demasiado arraigado). De lo único que podría habérseme culpado fue de ser algo promiscua. Y eso acabó pronto, así que apenas cuenta.
Quizá, a día de hoy, con su única hija a punto de volar del nido, haciendo ya cada uno su propia vida y sin tener demasiados momentos comunicativos, se trate de un mecanismo de defensa que les aferre a aquello que creen estar perdiendo y, por lo mismo, se comportan de forma irracional e impositiva. Pues siempre hay un punto en el que el consejo deja de ser tal para adquirir un tono mandatario. Y en el que la contestación diplomática deja de serlo para ser contestataria. Y ahí es cuando los dos bandos chocan y se lidia la batalla.
Mandatario vs. Contestatario.

Y me siento totalmente absurda en esta situación. En esta situación que apenas he vivido en años más polémicos y en la que ahora, a mis 24 años, me veo inmersa.
¡Ellos, que deberían conocerme mejor que nadie.!

Si hay algo que no aguanto, es que me digan lo que tengo que hacer. No ya que me den consejo o me asesoren (cuando yo lo pida o lo deje de pedir, eso no me importa tanto). Sino que, realmente, tengan la intención de ordenármelo. Mucho menos, si la orden en cuestión deja de tener sentido en cuanto se refiere a una decisión que únicamente me atañe a mí: como es en el caso de qué hacer con mi vida o estilo de vida.
Mi vida con la que, a día de hoy, quizá esté o no del todo satisfecha, pero mi vida al fin y al cabo. Y a este punto me han llevado mis propias decisiones, mis propios llantos, alegrías, dubitaciones, aseveraciones..y nunca, jamás, a nadie he hecho responsable de ello más que a mí. Ni nadie, jamás, había osado señalar con el dedo lo que era erróneo o favorable de ella y ordenado modificar algo sin tener en cuenta mi opinión (y menos, sin tener razones de peso para ello).
Que vengan con esto ahora sin motivo aparente acaba con toda mi paciencia y raya en el sinsentido.

Así están las cosas, y mi última opción, tras dejar traslucir mi rechazo a tales comentarios de tono imperativo y ser ignorada, ha sido poner la barrera del silencio.
El silencio, poderosa arma expresiva capaz de decir tanto. El silencio, que a título personal, me ayuda a calmar los ánimos y poder enfrentarme a la situación de forma fría y concisa cuando la situación lo requiere.
También es un arma vengativa, porque el pago con el silencio duele. Y no es una actitud que haya de perdurar demasiado, ya que puede llegar a ser mortalmente dañina para las relaciones.
¿Pero qué hacer contra los necios que hacen oídos sordos a las palabras?
Por mi parte, exagero aún más las conductas que quieren modifique, subrayando así mi derecho a definir y dirigir mi propia vida; y castigo en dosis más o menos notorias como signo de mi no acuerdo con su actitud.
Espero que el mensaje sea captado.
Tampoco las actitudes de los padres son perfectas, así que mejor harían en no mirar paja en ojo ajeno sin ver la viga en el propio.

09 We Were Never Built To Last 1.mp3

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Y dirán que lo dicen por tu bien ¿no?

Por qué todos, absolutamente todos, los padres se comportan tarde o temprano así?

Besos

giovanni dijo...

Me hace pensar y reír tu relato, porque reconozco la situación en que te encuentras. Más aún porque en este momento, en los últimos meses, nuestra hija de 21 años, ha vuelto a vivir en nuestra casa, que sigue siendo también su casa como suelo enfatizar cuando quiere abandonarla por algún lío con mi compañera, sua madre que siempre da consejos y más que consejos, instrucciones, y entonces sé de primera mano... soy testigo de lo que cuentas. Y siempre digo a mi compañera: “Pero escúchame, ella ya tiene 21 años, tiene su propia vida, no la puedes decir lo que tiene que hacer, tú y yo también cometimos errores y seguimos haciendo errores, para qué te metes tanto en la vida de ella...” Y así, sin fin.
Bueno, no conozco a tus padres, pero yo podría darles un consejo: Párense de tratar a su hija como un niño (una niña chiquitita) que tiene que hacer lo que ustedes consideren lo correcto, lo bueno o lo que sea... es su vida y si no quieren perderla o, lo que espero, mantener la buena relación que tienen ahora con ella, mejor paren altiro (de inmediato) con ese comportamiento tonto que no sirve para nada. Bueno, si hablara con ellos de verdad en vez de mi imaginación lo dijera tal vez en un tono diferente, pero da lo mismo.
Un abrazo, besos y felicidades

PD: Acabo de leer el comentario de hsolo y no estoy de acuerdo con él, no todos los padres son así, y menos "absolutamente todos". O será que cambiaré? No lo creo.

michi miau dijo...

TOTALMENTE DE ACUERDO.