La vuelta a la rutina siempre me ha puesto nerviosa.
De nuevo los nervios del primer día, los tics que se resisten a desaparecer, el encogimiento del estómago y el terrible miedo escénico.
Supongo que me cuesta porque durante un tiempo abandono completamente uno de mis roles...y el día antes no me siento preparada para volver a disfrazarme de él.
Aunque luego todo resulta muy sencillo. En cuanto tienes a los demás enfrente, la sonrisa sigue siendo la misma y el disfraz me vuelve a quedar como un guante.
Pero este año mi vuelta a la rutina ha cambiado. No ha sido ya la rutina a la que me he enfrentado durante toda mi vida, y me han incomodado ciertos formalismos con los que nunca me he sentido a gusto.
Como esa costumbre de besar a todo el mundo a modo de bienvenida, cuando el resto del año apenas habéis intercambiado tres frases. O la, parece ser, ineludible obligación de dar tres céntimos acerca de tus vacaciones y de tu estado de ánimo hacia la vuelta al ruedo (que además, todo el mundo conoce porque es casi idéntica para la mayoría).
No me gustan esos convencionalismos. Quiero explicar mis vacaciones a quien quiera, o no tener que explicarlas sino quiero. Besar sólo a quién realmente me apetezca y sonreir únicamente si tengo ganas, sin que por ello se me tache de maleducada.
Tampoco estaría mal volver simplemente porque quería, y no porque debía.
Hoy he cumplido con todo, y he vuelto a mi rutina. Pero no estaría mal quitarle la etiqueta de "obligada".
5 comentarios:
Veo que vienes con las pilas cargadas para adr mucha caña... ;)
Saludos!!
Pues vas de camino, porque tu post no es, precisamente, de los de vuelta a la rutina. Yo creo que la novedad se consigue cuando uno cambia su estado de ánimo respecto a las cosas, no cuando cambian las cosas. Entrar de otra manera ya es una novedad...
Feliz vuelta.
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