Quizá se deba a mi egoísta naturaleza, o a mis experiencias no vividas que, dicen, siempre pasan factura. Quizá es simplemente un caso de inmadurez. No lo sé, y me da igual. El caso es que, tengo ya (y el ya aquí, por imposible que parezca, es de vital importancia) 26 años y estoy harta de luchar por cada viernes o sábado noche de querer salir. Por cada cena fuera que cueste xxx euros, por cada puñetero capricho, viaje u experiencia.
A veces soy yo sola contra todos; y a veces son todos...y yo a parte.
Pero estoy cansada de contar las ocasiones en que me salgo con la mía (Y es que las matemáticas - aunque sea tan solo el contar números - siempre me aburrieron.)
¿Todo en pro de qué? De una estabilidad emocional y práctica que ni siquiera sé si es necesaria y/o importante. De una estabilidad que casi siempre creo que sí, lo es todo, pero que me deja sabores amargos en la esquina de cada semana.
Es como.."Toma esta enorme bocanada de aire durante estos 6 días y 23 horas y media" Pero el sabor de la media hora que he de pagar es tan amargo...
Ya no va de amor, amistad, o alegría. No va de sentimientos. Ni siquiera va de ti.
Va del ímpetu, las ganas, del por qué. Del dar sentido a la existencia.
Va de sentirse uno mismo y del reir con ganas. Va del disfrute del momento versus el ahogo en vida.
Para ser sincera...no sé de qué va. Pero el nudo en la garganta aprieta y la muerte en vida, incluso tras leer El retrato de Dorian Gray, nunca ha sido lo mío.