miércoles, junio 20, 2007

Caída Libre



Cuando estoy a punto de llegar a mi destino, me gusta levantarme de mi asiento antes de que el autobús haga su parada para, justo en la curva, sentir el balanceo que acompasa mi cuerpo de un lado a otro. Un leve balanceo, por supuesto.
Es una ligera sensación de vértigo que busco aciagamente desde que tengo uso de razón.

Ya de pequeña, adoraba los columpios. Sí, sé que la mayoría de niños los adoran, pero yo los adoraba más :). Estoy segura de que mi pasión por los columpios era más alta que la media genérica. Y era simplemente porque, mediante su balanceo, me transmitían esas mariposas en el estómago, esa sensación de vértigo y felicidad momentánea que sigo hallando en momentos tan futiles como el balanceo del autobús.
Yo era la reina de los columpios. Sentada, de pie, hacia adelante, hacia atrás, de lado; en los columpios rígidos o de cadenas; de silla o rueda; con la arena o el asfalto bajo mis pies.
Me apoderaba de ellos, hacía mis movimientos los suyos y sólo respondían ante mí. Llegaba alto, alto...hasta tener la sensación de casi dar la vuelta (ante la mirada de espanto de mis responsables en esos momentos); dejaba la mente en blanco, adoraba la brisa que me acariciaba y sonreía de felicidad.

Luego, cuando crecemos y abandonamos (aunque sea a nuestro pesar) los columpios, las atracciones es un paso más allá que nos puede reportar una sensación similar, o incluso mejor (por más intensa).
Los algodones de azúcar, las tómbolas, la música...eso no es nada comparado con subirse al saltamontes, el tornado, la nube..y sentir la vertiginosidad del vacío.

Pero pronto las ferias de pueblo y veranos se quedan cortos..buscamos más. Así que vamos a los grandes parques temáticos como Port Aventuras y Warners varios, dónde enormes Dragon Khans y Huracans Carters nos lanzan desde alturas que creíamos imposibles para sentir la emoción de la caída libre. Del no tener control sobre tu cuerpo y dejarte arrastrar por la corriente.
Pero esa sensación, de apenas unos segundos, no hace más que dejarte con la miel en los labios. Por lo que acudes al puenting y al salto en paracaídas.

Y yo me pregunto....de dónde viene este afán por vernos ante sensaciones extremas. De dónde estas ganas por la semi-pérdida de control, este afán por la vertiginosidad.
¿Por qué el simple balanceo en un autobús, es suficiente para hacerme sentir viva. ¿Es que el resto del tiempo estamos aletargados?



2 comentarios:

giovanni dijo...

La mente en blanco... la brisa que acaricia... Eso es. Y como siempre describes la sensación de una manera que me encanta. Gracias y saludos desde Ámsterdam

Anónimo dijo...

Es emocionante buscar nuevos desafíos, cuando has cumplido uno sientes que necesitas el próximo, más fuerte y arrieesgado, cuando has cumplido todos los "oficiales" con medidas de seguridad, buscas los de verdad, los que en serio merecen la pena...
Es inexplicable