miércoles, septiembre 20, 2006

Resignación

No sé que quieres que opine, diga, escriba. Si piense lo que piense, la vida me lleva por su fluir sin perdir permisos.
Quería dar un tono optimista a este escrito. Iluminarlo de luz y vivacidad; de carcajadas juveniles. Para ello, debo rememorar momentos felices. Como cuando os reís de mi(s chistes), me llevo una sorpresa, me reencuentro con aquella amiga...Momentos intensos, como la subyugación ante una historia o el ritmo de una música; el vello de punta ante sus susurros por la espalda.
Subidones de adrenalina. Adoro los parques de atracciones, los deportes de riesgo, el descenso por la pista roja...

Mi falta. ¿Mi falta?. Mi falta de ilusión se debe a la carencia de adrenalina, a la falta de recursos.
Si todo el positivismo reside en observar, obtener y hacer. Obtener y hacer. Cuando la falta de recursos sólo permite observar, y no se obtiene, y no se hace; la ilusión palidece.
Luego, un día, haces. Pero ya te da igual observar que hacer, ¡tanto te hacen esperar que fastidia el caminar al son de algo!
Y así, la vida te lleva sin pedir razones, ni metas. Si no eliges, ella te las brinda sola, como uno de esos juegos inteligentes.

Escribo para mí y poco me importa todo (poco/todo)
Subo montañas como bebo Coca-Cola; mi escala de valores no hace diferencias. Soy consumista como valoro al que no lo es, e incluso le doy la razón sin sentirme denigrada por ello. Le quiero tanto cómo le doy poca importancia al que estemos siempre juntos o no.

Que ni me va ni me viene. Que me da igual blanco que negro, mediocre o digno, gorda o flaca.
Me decían que enterrara el no, y yo venga a desenterrarlo. ¿Total? Para acabar obviando por completos a ambos. Al no, al sí, e incluso al socorrido no sé.






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sábado, septiembre 16, 2006

viernes, septiembre 08, 2006

Dícese de la lógica

Escribía Elvira Lindo sobre la sorpresa que nos embarga ante la superación, esta vez mental, del hombre; de forma que se vuelve incomprensible para nostros, los que, sin haber vivido esa determinada experiencia, damos por lógico que la reacción normal en determinados casos, lejos de ser de adaptación y superación, sea de miedo, rencor, odio y/o rabia.
Lo comentaba acerca del caso de Natascha Kampusch, secuestrada durante 8 años y, dicen que, con síndrome de Estocolmo. O al menos demostrando una lógica y fortaleza dignas de mérito.

Quizá infravaloramos nuestra fuerza piscológica ante las situaciones extremas. Estudios han asegurado (ante la reacción encolerizada de muchos, que creían que concluyendo ésto se restaba importancia al delito) que víctimas de abuso infantil han lidiado con el problema sin traumas de por medio y vivido como cualquier otro mortal de feliz infancia. (!Eh!¡Que el delito es el mismo!¿Acaso es malo poder seguir adelante?)
Lo sabrán mejor los piscólogos especializados que yo, pero si nuestro cerebro lleva incorporado mecanismos de defensa que nos hacen incluso olvidar malas experiencias pasadas, cómo no va a ayudarnos a establecer algún tipo de lazo o razonamiento positivo hacia nuestro enemigo con tal de preservar nuestra salud mental y, con ello, nuestra vida. No es superación. Es instinto de supervivencia. El mismo que tenemos incluso antes de que el hombre fuese hombre.

En mi caso*, más que comprender a mi enemigo, más que justificar incluso sus acciones a través de su debilidad o defectos; mi cerebro lo trató como información no relevante. Aunque en algunos momentos (aquellos íntimos en los que por alguna oscura razón a todos nos gusta regodearnos en el dolor) finja que no es así. O quizá sea la lógica, que en ese momento enciende la bombillita y dice: ¡eh! ¡no me engañes! ¡éso no es así!

Sea como sea, no he tenido ni necesidad de superarlo, porque según mi decodificación, nunca ha habido nada que superar. Lo único que me ha preocupado siempre ha sido que los demás piensen que sí hay algo qe superar, y me haga concluir que algún problema debo tener si no lo veo del mismo modo...algún problema o trauma que tarde o temprano..¿surgirá? Si es que existe...
Compleja la mente y naturaleza humana, que nos hace superar lo a priori insuperable sin problemas, y al mismo tiempo juzgarnos por ello.

¿Hay odio?¿Hay rencor?¿Deseos de venganza? En mí no encuentro nada de éso. Sólo hallo inconmensurable tristeza, angustiosos remordimientos por el silencio y preocupación por posibles consecuencias inhibidas o no detectadas.
Pero nada más. Nada de lo que dicen, sería, lógico.

*No estoy insinuando bajo ningún concepto que haya sido secuestrada en el transcurso de mi vida, !válgame dios! (no me gusta esta última expresión pero no encuentro otra que exprese lo mismo)