Cuando yo era pre-adolescente (y digo pre-adolescente porque me refiero a los 10-13 años y por esa época ya iba dejando de ser niña poco a poco), mis amigas y yo jugábamos a juegos en los que dejábamos al azar de los números de qué color sería nuestro vestido de novia, con quién nos casaríamos (¡ilusas!), adónde iríamos de luna de miel...Lo único que elegíamos en el juego era la edad a la que nos queríamos casar, y lo demás, se supeditaba a dicho número.
Así, yo elegía casarme a los 25. Ponía entre mis aspirantes a marido a Isaac, Miquel y Christian, y el que se libraba de ser tachado por la fuerza del 25...resultaba ganador de mi maridaje.
Otras muchas optaban por el 20 (tan lejano se veía entonces), o similares.
Yo nunca solía distanciarme mucho de mi perfecto 25. 24 y 26 eran mis más lejanos pasos.
¿Es que soñábamos en ese momento con vernos convertidas en fieles esposas? Ni por asomo.
De momento, lo que queríamos era que el pre-adolescente de turno nos hiciese caso. Bebíamos los vientos por el chico que nos gustaba, reaccionábamos de forma exagerada a cualquier amago de mirada o sonrisa, y por supuesto alimentábamos nuestra estúpida mente fantasiosa con absurdos juegos que incitaban a imaginar futuros paseos de la mano y románticos besos.
A mí en particular, me daba absolutamente igual irme de luna de miel a París, el Caribe o Islandia (no sé yo si entonces sabía ni dónde quedaban algunos de estos lugares), con tal de que el azar me guiñase el ojo premiándome con el nombre de mi enamoramiento del momento garabateado en bolígrafo azul y asignado como mi destino.
Casarse...¡eso era cosa de adultos! Ya habría tiempo de pensar en ello.
Luego los años pasan, y cada uno tiene sus experiencias amorosas y acaba también la construcción de sus arquetipos ideales. Ideas, ideologías, puntos de vista o pensamientos. Va teniendo las ideas más claras, vaya. Y valora hasta qué punto cree importante tales ceremonias en una relación. U otras fases de la misma como el ir a vivir juntos, o tener hijos. Nada es correcto ni incorrecto. Nada es necesario ni exigible. Cada cual con su vida y la forma en que quiere ir viviéndola y teniendo experiencias.
A mis 25 años me asomo ya a esa, parece ser, fase de la vida en que muchas mujeres se casan, luego quizá tienen hijos (o no), otras se mantienen solteras...; y el estilo de vida entre ellas se diferencia cada vez más (parece ser). Además, creo percibir una cierta incomprensión entre ambas partes.Y por lo tanto, una ligera tensión que puede derivar en actitudes de rechazo total para con su contraria.
Debe ser el efecto de la comprensible reacción humana de negar lo desconocido, por parecer inseguro o simplemente ser extraño.
Y entonces entran a juzgar unas y otras las decisiones de los demás de una forma defensiva, creyendo siempre la que expone ser la que tiene la verdad absoluta.
Cuando no hay ninguna verdad absoluta. O cuando lo único realmente importante es que cada uno viva y tome las decisiones acorde a sus ideas y forma de ver y vivir la vida.
La que tiene hijos a los 20 porque cree que después es tarde y no se tiene la misma paciencia con los niños y etc etc etc, actúa bien si es lo que cree y para ella es lo mejor, la que decide esperar a los 34 porque entonces encuentra la estabilidad necesaria que cree indispensable... actúa bien, ya que actúa de acuerdo a lo que prodiga y es feliz de esa manera. La que no se casa porque no cree en papeles ni en el matrimonio, hace bien reafirmando mediante la acción de ese no-hecho (valga la paradoja :P) su pensamiento. La que se casa porque lo cree indispensable para sentirse más unida a su pareja hace bien si de verdad siente así reforzada su relación...
En fin. Que lo importante es llevar a cabo las acciones y tomar las decisiones con las que más de acuerdo estemos y nos hagan más felices. ¡Y quiénes somos los demás para juzgar si es más feliz la casada o la soltera o si el casarse es algo por lo que pasar o no!
En esta edad de los veintitantos medios y largos se pueden tener reacciones un tanto estúpidas e infantiles; como si lo importante de nuestros juegos de los 10 años de edad fuera que se cumpliesen en ese mismo instante y no que aunase las amistades y dejase volar las fantasías de futuro.
Nada, que dentro de un año, me caso :). Eso sí, todo acorde a mis ideales y de manera que me haga feliz: por lo civil, con fastuoso vestido y banquete, queridos invitados, y música comedidamente escogida (no vaya a convertirse la boda en drama en lugar de gala).
Vaya, esta es la intención, que estamos a un año vista y aún hay que prepararlo todo ;).