Subyugada por la creciente fiebre que me ha entrado por los dramas asiáticos (bebiendo insaciable de las fuentes de http://www.crunchyroll.com/; http://www.veoh.com/) por un lado, y mi casi política de nomeseparendemiipodenelautobús (ahora no dejo de escuchar Stereophonics, The Faint y Air una y otra vez, mira que habrá capacidad en el Ipod, pero al final la capacidad de escucha del ser humano no varía en función de las GB que su mp3 pueda almacenar) por el otro; se acumulan en mi mesita de noche (curiosa palabra, que rememora los enormes muebles tipo de los hogares de nuestros abuelos) libros y libros pendientes de leer. A pesar de eso, yo sigo yendo a mi cercano Fnac a menudo, del que me es imposible no salir sin algún libro, videojuego o película en oferta que tardaré siglos en leer, al que jugar o visionar.
Mi adquisición de ayer fueron los siguientes 3 libros:
Estupor y temblores, de Amélie Nothomb, libro que devoré apenas en una hora el mismo día de la compra y que me descubrió a una escritora de narración sencilla, directa y llena de humor yo creo inteligente y lleno de clarividencia.
(En realidad un descubrimiento pésimo para mi economía, porque ahora el deseo de hacerme con otros libros de la misma autora no ha hecho sino ir in crescendo y no habrá quién me pare en mi próxima visita a cualquier librería.)
Como, como ya he comentado, estoy obsesionada con todo lo asiático y en este libro la autora explicaba su experiencia laboral en Japón, a priori el libro en sí ya tenía oportunidades de éxito asegurado en lo que a mi interés particular se refiere. No sé si fue por esa inclinación favoritista o no, pero me pareció interesante el comprobar que mi recopilación de datos del sistema de trabajo japonés era verídica (trabajos altamente jerarquizados, sistemas de decisiones por grados y con procesos lentos, por supuesto siempre alta valoración a las formas...), aunque no sé si exagerada o si los tiempos han cambiado; y además algunas reflexiones que la autora hacía en clave humor me parecieron tan certeras como la vida misma (la reflexión del encuentro de tranquilidad no esperada en actividades mecánicas o futiles, por ejemplo)
Luego, y siguiendo esta tendencia (no vayamos a perdernos por el camino), me hice con uno de los tantos ejemplares que hay disponibles del Nieve de Primavera de Yukio Mishima. Este libro lo he empezado hoy y, aunque despierta mi interés a un ritmo intermitente (página sí, página no, más o menos), confío en todas las promesas que la crítica aficionada ha tenido a bien facilitarme.
Por último, y en un arranque de máxima profusión a mi trabajo y carrera profesional, opté por el famoso libro La economía Long Tail, de Chris Anderson y DJ Robbie (aún no me he puesto a investigar, por lo que me queda la duda de si este DJ se refiere a algún tipo de segunda profesión o hobby o es una simple coincidencia). Término (el de la long tail) que tanto ha venido inculcándome mi jefe presentación tras presentación, argumentación tras argumentación, desde que entré en la compañía (No es que aún no haya entendido el concepto, sino que si tanto ha dado que hablar, y si aún se repite tanto en un sector tan volátil como el de las nuevas tecnologías/comunicaciones/medio internet, será que algo de verdad esconde; así que opté por comportarme como toda buena alumna que opina que nunca hay que dejar de ir a las fuentes originarias del rumor. Para qué sino perdí tanto tiempo leyendo a Platón y compañía en mis años de estudios de letras puras; con leer los apuntes me hubiera servido...)
Todo esto, cuando aún no he terminado ni El gen egoísta de Richard Dawkins , ni Fantasmas de Palahniuk.
Vaya, que he inaugurado mis 25 años inmersa en el caos literario y audiovisual descrito, sin saber a qué actividad dedicarme para acallar mi inquietud de aprendizaje y espíritu (si a cursos de japonés o a una escuela de escritores a ver si así por fin salto del trampolín) y de flagelarme (siempre en sentido figurado, por supuesto) por no ir a todos los conciertos que quisiera (como el de hoy de Nouvelle Vague en el CCCB. Eso sí, Mika y Air ya los tengo reservados) .
Pero que quede constancia de que lo que no faltan son buenas intenciones.