martes, abril 01, 2008

De mujeres y bodas

Je! Justo habla ella del tema, y no debe ser coincidencia. Debe ser que estamos en Marzo y que los planes de futuro se perfilan a partir de estos primeros meses. Que las bodas se prepararan a un año vista y la mayoría son en mayo-junio, así que ya se saca el tema..o algo similar. Digo yo.
Cuando yo era pre-adolescente (y digo pre-adolescente porque me refiero a los 10-13 años y por esa época ya iba dejando de ser niña poco a poco), mis amigas y yo jugábamos a juegos en los que dejábamos al azar de los números de qué color sería nuestro vestido de novia, con quién nos casaríamos (¡ilusas!), adónde iríamos de luna de miel...Lo único que elegíamos en el juego era la edad a la que nos queríamos casar, y lo demás, se supeditaba a dicho número.

Así, yo elegía casarme a los 25. Ponía entre mis aspirantes a marido a Isaac, Miquel y Christian, y el que se libraba de ser tachado por la fuerza del 25...resultaba ganador de mi maridaje.
Otras muchas optaban por el 20 (tan lejano se veía entonces), o similares.
Yo nunca solía distanciarme mucho de mi perfecto 25. 24 y 26 eran mis más lejanos pasos.

¿Es que soñábamos en ese momento con vernos convertidas en fieles esposas? Ni por asomo.

De momento, lo que queríamos era que el pre-adolescente de turno nos hiciese caso. Bebíamos los vientos por el chico que nos gustaba, reaccionábamos de forma exagerada a cualquier amago de mirada o sonrisa, y por supuesto alimentábamos nuestra estúpida mente fantasiosa con absurdos juegos que incitaban a imaginar futuros paseos de la mano y románticos besos.

A mí en particular, me daba absolutamente igual irme de luna de miel a París, el Caribe o Islandia (no sé yo si entonces sabía ni dónde quedaban algunos de estos lugares), con tal de que el azar me guiñase el ojo premiándome con el nombre de mi enamoramiento del momento garabateado en bolígrafo azul y asignado como mi destino.

Casarse...¡eso era cosa de adultos! Ya habría tiempo de pensar en ello.

Luego los años pasan, y cada uno tiene sus experiencias amorosas y acaba también la construcción de sus arquetipos ideales. Ideas, ideologías, puntos de vista o pensamientos. Va teniendo las ideas más claras, vaya. Y valora hasta qué punto cree importante tales ceremonias en una relación. U otras fases de la misma como el ir a vivir juntos, o tener hijos. Nada es correcto ni incorrecto. Nada es necesario ni exigible. Cada cual con su vida y la forma en que quiere ir viviéndola y teniendo experiencias.


A mis 25 años me asomo ya a esa, parece ser, fase de la vida en que muchas mujeres se casan, luego quizá tienen hijos (o no), otras se mantienen solteras...; y el estilo de vida entre ellas se diferencia cada vez más (parece ser). Además, creo percibir una cierta incomprensión entre ambas partes.Y por lo tanto, una ligera tensión que puede derivar en actitudes de rechazo total para con su contraria.
Debe ser el efecto de la comprensible reacción humana de negar lo desconocido, por parecer inseguro o simplemente ser extraño.
Y entonces entran a juzgar unas y otras las decisiones de los demás de una forma defensiva, creyendo siempre la que expone ser la que tiene la verdad absoluta.

Cuando no hay ninguna verdad absoluta. O cuando lo único realmente importante es que cada uno viva y tome las decisiones acorde a sus ideas y forma de ver y vivir la vida.

La que tiene hijos a los 20 porque cree que después es tarde y no se tiene la misma paciencia con los niños y etc etc etc, actúa bien si es lo que cree y para ella es lo mejor, la que decide esperar a los 34 porque entonces encuentra la estabilidad necesaria que cree indispensable... actúa bien, ya que actúa de acuerdo a lo que prodiga y es feliz de esa manera. La que no se casa porque no cree en papeles ni en el matrimonio, hace bien reafirmando mediante la acción de ese no-hecho (valga la paradoja :P) su pensamiento. La que se casa porque lo cree indispensable para sentirse más unida a su pareja hace bien si de verdad siente así reforzada su relación...

En fin. Que lo importante es llevar a cabo las acciones y tomar las decisiones con las que más de acuerdo estemos y nos hagan más felices. ¡Y quiénes somos los demás para juzgar si es más feliz la casada o la soltera o si el casarse es algo por lo que pasar o no!
En esta edad de los veintitantos medios y largos se pueden tener reacciones un tanto estúpidas e infantiles; como si lo importante de nuestros juegos de los 10 años de edad fuera que se cumpliesen en ese mismo instante y no que aunase las amistades y dejase volar las fantasías de futuro.


Nada, que dentro de un año, me caso :). Eso sí, todo acorde a mis ideales y de manera que me haga feliz: por lo civil, con fastuoso vestido y banquete, queridos invitados, y música comedidamente escogida (no vaya a convertirse la boda en drama en lugar de gala).
Vaya, esta es la intención, que estamos a un año vista y aún hay que prepararlo todo ;).

martes, marzo 11, 2008

Mask

¿Alguna vez os habéis vuelto dependientes de algo?
Yo sí. Soy una persona dependiente. ¿No es curioso? Me resulta curioso viniendo de una persona a la que todos llaman, y en cierto modo es, autónoma.
Estamos llenos de paradojas.
Aquella que tiene la ambición de la independencia y la libertad, aquella que se aísla del resto de agentes sociales en pro de la individualidad, se vuelve dependiente de algunas de las pocas personas que la rodean.
Del mismo modo, le dicen que transmite confianza y seguridad cuando tan sólo se trata de una máscara que la protege de las emociones intensas.
En realidad, sin esa máscara, está asustada, nerviosa e histérica.


Así que yo, la dependiente, bebo de la confianza que me aporta la seguridad de tener como pilares a los demás. Y de ahí saco fuerzas y el refuerzo necesario para mi máscara imperturbable.
Los demás no son muchos. Dos personas a lo sumo. Son mis personas-pilar. Personas confiables, generalmente optimistas, una de ellas despreocupada, otra altamente responsable y consciente de su realidad. Necesito los dos contrapuntos.
Ellos no saben que son mis pilares. En algunos casos, ni siquiera yo me doy cuenta de ello hasta que ya es demasiado tarde. Hasta que alguno de ellos decide mover ficha, cambia de posición...y descoloca mi mundo. Pierdo mi pilar, mi fuente de seguridad y se me cae la máscara de confianza. ¿Cómo puedo entonces sostenerme en pie a la pata coja?

Ahora mismo, en este punto de mi vida, uno de mis pilares me deja. Se va con su vida a otra parte. Me siento ultrajada y traicionada. ¿Acaso no sabe que es mi pilar?
No. Claro que no lo sabe. Nunca se lo he dicho. He sido egoísta y lo he cogido de pilar sin su permiso y ahora él, con el mismo egoísmo, me abandona.
En cierto modo me alegro por él. Ser mi pilar no es para nada un chollo. Habría que tenerme un amor irracional para no importarle. Mis otros pilares me lo han tenido o lo tienen. Pero él no. Así que era lógico.

El caso es que me he quedado medio sola y el mundo se derrumba a mis pies. De repente toda la carga cae sobre mis propios hombros y no estaba preparada para este giro del destino. Me ha descolocado por completo y tengo miedo.
A pesar de todo creo que, seguramente, mi afán de superación (el de todo ser humano) me ayudará a salir del trance exitosamente, pero las emociones comienzan a atacarme y la intranquilidad me supera. No me gusta.


Así que tengo una plaza de pilar libre. Quizá no sea un puesto muy autónomo o con libertad de movimientos, pero es seguro y estable. Y quién sabe, quizá lleve a experimentar un amor irracional que lo justifique todo.






jueves, febrero 28, 2008

Anoche soñé

Anoche soñé que volvía a Gijón. Pero no al Gijón de ahora, remodelado, posicionado turísticamente y con acuario incorporado. No.
Yo volvía al Gijón sin Carrefour, de pequeñas tiendas de fruta, de tan solo dos playas y con una enorme cafetería de cristal en Cimadevilla.

Al regresar, me encontré con el abuelo que iba a la tienda de Tomasita en bicicleta y que me hacía de rabiar sin descanso. Quiso volver a hacerlo, y me tiró del pelo cuando pasaba por mi lado. Pero su mano ya no encontró coleta a la que asirse y una simple caricia pasó brevemente por mi cabello.
No pareció advertirlo, pues mientras se alejaba pedaleando se burló de mí sacándome la lengua y haciendo piruetas.
Era tan travieso como siempre.

Le seguí, y frente a mí, sacada del recodo más recóndito de mi memoria, apareció la tienda.
Los sacos de nueces y castañas daban la bienvenida desde el exterior del establecimiento, tal y como lo recordaba. La puerta de madera seguía emitiendo un ligero chirrido al ir pasando la clientela, y, una vez dentro, encontrabas a Tomasita y su madre, ambas resoplando y ocupadas atendiendo tras el mostrador y pesando en la báscula los distintos enseres.

En ese mismo mostrador mis dedos, como por acto reflejo, se posaron sobre el áspero papel marrón que había sido destinado a envolver la infinidad de barras de pan, bollería y dulces que habíamos comprado años atrás mi madre y yo como fieles clientas.
- ¿Ya quieres dibujar? Esta niña va a ser artista – La enorme sonrisa de Tomasita me saludaba y su mano ya había depositado un bolígrafo BIC en la mía, invitándome a estampar mis dibujos en el papel marrón-.

Creo que el escalofrío que recorrió mi cuerpo al contacto de mi mano con el boli y el papel, despertando todos los sentimientos de nostalgia dormidos, fue lo que me despertó de mi ensoñación.
Amanecí en mi habitación, sola, agitada. A 16 años y 1.800 kilómetros de distancia del lugar visitado.

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Cuando, años después, volvió a su ciudad de origen, se sintió desolada. Aún recordaba la calle sin asfaltar, las casas de dos plantas, el enorme muro que se levantaba ante su casa y que separaba su ventana de la enorme carbonería que existía detrás de él.
¿Qué era esto? ¿Cómo había sido destruido?
Ni atisbo de tierra o piedras, signos de lo no asfaltado. Ni casas, ni muros. En su lugar, una enorme y orgullosa plaza mostraba su modernidad a través de esculturas a sus ojos demasiado abstractos. ¿Qué rodeaba la plaza? Carretera. Pasos de cebra. Calles. En una de las calles, un enorme centro comercial se había impuesto como verdadero revitalizador del centro de la ciudad. Un centro lleno de tiendas, restaurantes de comida rápida, ocio y coches.
Gente por doquier pisaba lo que anteriormente era una calle a la que acudían a buscar refugio los vagabundos, prostitutas y drogadictos. ¿Dónde los habían metido? Se preguntaba. No tuvo que andar más de dos calles para saber dónde se encontraban ahora los sin hogar de la ciudad: en el mismo sitio. Sólo había cambiado su entorno, no ellos y sus condiciones.
Así que siguió deambulando por el centro, intentando reconocer algo de lo que había dejado atrás en esa actual jungla de cristal de nueva construcción.
Le costó un par de horas, pero al final dio con ello. Escondida, haciendo esquina en una pequeña bocacalle, su cartel aparecía impertérrito: Librería Mimo. Con enormes letras verdes y naranjas (ahora una línea verde, ahora otra línea por encima calcando la misma tipografía, en naranja). Con la puerta y los ventanales pintados de blanco, una vez te asomabas al interior, el tiempo parecía haber retrocedido y detenido en 1985.
El mostrador, a mano derecha, presidía una tienda de apenas 4 cortos pasillos plagados de libros, que incluso infundían cierto temor en el visitante por la insinuada posibilidad de que en algún momento perdiesen el equilibrio y se abalanzasen sobre el desdichado valiente que pasease entre ellos. Las secciones parecían ser también las mismas, teniendo la infantil destacada predominancia. En cuanto a la dependienta…eso parecía ser lo único que había cambiado.

lunes, enero 28, 2008

I

Le sucede de pronto y sin previo aviso: El pulso se le acelera y nota el bombeo del corazón. Rápido, cada vez más rápido. Los pulmones parecen perder capacidad, por lo que el oxígeno no llega y necesita de intensas y largas bocanadas de aire.
Aceleración del pulso, del bombeo, mayor profundidad de la inspiración...y el corazón que parece encojerse, la boca del estómago que hormiguea.
Y en la oscuridad, todo en silencio; sus ojos abiertos. La persona a su lado duerme.
Deben ser ataques de ansiedad.
Le pasa cada x tiempo. Así, de repente. Cuando cree estar más tranquila tras el largo día o cuando sus pensamientos se pierden cabilando sobre todo aquello que desea hacer y no hace.

Hace unas horas hacía el amor con su pareja de forma acompasada. Sentía su excitación acelerada, su piel bañándose poco a poco en sudor, su respiración y el abrazo que apenas le dejaba espacio para moverse.
Hacían el amor en la oscuridad; y ella no pensaba más que en que, si accediese, harían el amor todos los días varias veces.
Pero ella no solía acceder. No es que no le gustase el sexo, pero tenía una complicada relación con él. De amor-odio, diría. De atracción-repulsión. Que le hacía rechazarlo cuando lo ansiaba. Que le hacía ansiarlo cuando su cuerpo lo rechazaba.
Y además, no le atraía físicamente su pareja. Nunca le había atraído, desde el principio. Por eso fue el sexo el arma decisiva con la que lo engatusó y esclavizó.
Siempre se desea poseer aquello que no se puede o que no se está destinado a tener.
Lo sabía ella, lo sabía él. Aunque ninguno de los dos hubiese dicho nunca una palabra de ello.

Se habían conocido cuando ella tenía 12 años y él, 17. Un joven efebo y una lolita.
El joven efebo era noble, impulsivo, inocente, simple. La lolita, por ser lolita, era compleja como un entramado de hilos.
No repararon demasiado el uno en el otro.
-Qué simpático-
-Qué mona-
Y siguió cada uno con su vida.
No fue hasta año y medio después cuando sus vidas se volvieron a cruzar. Ella, recién cumplidos los 14, él a punto de cumplir los 19.
Por supuesto fue él quién lo inició todo. Cómo podía aquella niña de dulce sonrisa y dorado cabello haberle pasado desapercibida.
Lo tenía todo: la belleza a punto de eclosionar, la dulzura, la inocencia, la alegría.
A ella le sorprendió su acercamiento. No tanto por el hecho en sí, sino por su propia dubitación ya que en realidad no le gustaba. La hacía reir. Nada más.

viernes, diciembre 07, 2007

Inicio

Está familiarizada con el suelo. Un suelo frío, verde, de grandes cuadros; que le ayuda a a descubrir el mundo a su alrededor.
Juega en él y, en este momento de su vida, en esos 50m2 de suelo gira su vida y se encuentra su todo.
Divertida, juega guiada por su compañero de viaje. Se acerca a una puerta y alza la vista: sus padres, las dos personas referencia de su mundo (antes incluso que el terreno que pisa) están tumbados en la cama en ropa interior. Uno encima del otro, riendo y compartiendo carantoñas. El lacio y dorado cabello de su madre (y que ella ha heredado) cae sobre la tez de su padre. Moreno, barbudo, robusto. Diríase que día y noche fundidos en un abrazo.
Al fondo, la TV. Esa grande y cuadrada pantalla que tanto llama la atención de la niña y que es quizá su tercer elemento más recurrido.
Sus padres la miran, sonríen y la instan a salir de la habitación. Justo en ese momento siente cierto embarazo ante la situación, aún sin saber por qué, y gira su trayectoria.
El estrecho pasillo se abre ante ella. Se levanta y camina con paso torpe.
Pasa de largo la cocina que se encuentra a su derecha sin prestarle la más mínima atención, aunque intuye sus muebles azules y la mesa (justo un palmo más alta que ella) bajo la que se refugia incontables veces, situada contra la pared.
Sigue recto, siguiendo en penumbras el pasillo hasta su fondo. Un camino recto sin pérdidas. Y de repente: luz y risas. Una nueva puerta abierta a mano derecha, y Auri y Manolo, los amigos que comparten pensión con sus padres, tras ella.
También ambos se encuentran relajados sobre la cama, aunque vestidos y sentados; con animosa charla entre ellos.
Ven a la niña que entra, y sonríen.
- Ven Lucía - le dicen hacíéndole señas para entrar - Prueba esto-.
Y alargándole la mano, Manolo le ofrece una chocolatina.
Lucía nunca había visto nada parecido. Se pregunta qué será y su curiosidad y sus anteriores buenas experiencias organolépticas hacen que se lleve el alimento a la boca sin titubeos.
De repente, una explosión de sabor descarrila en su boca. La chocolatina se deshace en ella y siente su suave textura. Ni dulce ni amargo, su sabor hace que todo su ser se concentre en un único sentido, concentrado en sus papilas gustativas (aunque ella sólo sienta llenársele la boca de felicidad). Sus ojos se abren y el mundo se paraliza.
Aún cuando la onza ya ha desaparecido, el sabor permanece y Lucía se relame.

El suelo, sus padres, el sentimiento de embarazo ante la intimidad en la pareja, la TV, el chocolate...
Sus primeras referencias, sus primeros recuerdos...el inicio de sus primeras obsesiones.

martes, noviembre 20, 2007

Roxy y Buzzparadise

A través de Buzzparadise.com, me han ofrecido el privilegio de ser una de las 40 personas que pruebe el nuevo perfume que ha lanzado la, hasta ahora por mí solo conocida por su ropa, marca Roxy.


Ha sido una grata sorpresa (a pesar de que ha tardado un poquito en llegar, pero más vale tarde que nunca) el recibir un pack completísimo de perfume (100ml), gel, crema de cuerpo + neceseres.
Y aún más grata al comprobar que el perfume en sí me gustaba (no nos engañemos, es común el evento en el que te regalan la colonia que arrinconarás al final de la estantería durante el resto del año.


El perfume parece haber sido creado por Antonie Maisondieu (de la casa Givaudan), quien describe su creación de ésta forma :


“Para darle a la escencia un toque único, tu ritmo olfativo dinámico y potenciar todas las facetas de la actitud Roxy, lo primero fue salpicarla con cáscaras de frutas cítricas y bayas aterciopeladas, para resaltar su energía y su carácter juguetón. Después añadí magnolia, lirios del valle y violetas porque son flores alegres con escencias muy luminosas. Para terminar, escogí un toque de almizcle y un magnífico ylang ylang orgánico que, unidos a la riqueza tropical de la flor de plumeria, iluminan el conjunto en una armonía de ámbar salado.”


Vaya, que leyéndole parece que me haya adentrado de nuevo en la novela de El Perfume. Realmente..al igual que cursos de catas de vino, ¿habrá cursos de realización de perfumes? Igual descubro un talento oculto :P


Pues nada, simplemente agradecer el detalle a Buzzparadise y lanzar la idea de un nuevo regalo incluso de cara a Navidad, que El Corte Inglés ya nos está metiendo prisa ;).

Debía este post;).

sábado, noviembre 03, 2007

Lula dice

Lula dice

Tan sólo una vez en su vida se portó de manera irresponsable, se permitió un descanso de conciencia, moral o juicio; y se dejó arrastrar a un abismo que desconocía.

Verano del 2001. Vacaciones en la ciudad natal. Visita a la familia.
Le une un amor filial tan sumamente intenso a su primo; un año menor que ella y de naturaleza loca, homosexual e ingenua; que confía plenamente en su buen juicio y le permite casi todo, creyendo que cada una de las locuras que puede acometer no son más que una fase que le ayudará a convertirse en la gran persona que sin duda será.
Como decíamos…Verano del 2001. Calor. Fiestas de estío. Reunión con viejos amigos y un objetivo común: comerse la noche, la mañana y el mundo. Para lo que cuentan con tantos aliados que lo ven al abasto de sus manos. Comienza la noche del sábado.
Discoteca 1: Reencuentro con conocidos. Todo el mundo parece nervioso, a la espera de algo. Los conocidos se reencuentran. Bromean, ríen, estrechan manos, y comienzan los negocios. Lula, en la retaguardia, lo observa todo.
Las primeras botellas de agua son la también primera evidencia de lo que conlleva el divertimento de esa noche.
Es una estrella. Pruébala, va. No hace casi nada, no pasa nada.
Así que Lula se encomienda al buen juicio de su primo y toma su primera pastilla de diseño. Una estrella que no sabe a qué paraíso la llevará. El pájaro enjaulado que hasta entonces ha sido…pugna por salir. Todo por la razón de experimentar. De formar parte de la sensación común.
Primero tomaremos media. Luego...una entera.
Si la mezclas con alcohol hace más efecto.
Todo el mundo es feliz, orgulloso, y vacila de ello. Lula se lo come todo con los ojos (y el mundo, ya llegará)
Fin de la Discoteca 1: Físicamente agotados (pero psíquicamente estimulados) el grupo de amigos se retira un par de horas al hogar del primo. Lula entre ellos.
Entre risas, conversaciones intrascendentes y cambios de ropa; rayas de speed desaparecen de la mesa del comedor. De nuevo, Lula entre ellos.
La primera fue como cuando se le metía agua por la nariz buceando en la piscina; o cuando la ahogaban sus amigos bromeando. La segunda fue más fácil. Se pareció más a comer peta zetas. Eso era más adictivo.
Las 10 de la mañana y ojos de búho, palabras aceleradas, ánimo por las nubes. Tal fue el efecto de sus nuevos peta zetas.
12 AM. Discoteca 2: Un local herméticamente cerrado e inteligentemente insonorizado. Luces opacas en su interior; y lleno, aunque desde el exterior nadie lo hubiese dicho. Aquí, y a esta hora, el humor que domina parece distinto. Ya no hay risas ruidosas, bromas desfachatadas ni vaciles. Los ojos miran ahora a un punto más lejano y parecen más perdidos; pero sus dueños tienen un objetivo mucho más claro. En consecuencia todos los intercambios son más directos.
Te invito.
Lula busca de nuevo la mirada de aprobación. La encuentra y sonríe.
- Ok. Vamos -.
Entra en una pequeña habitación contigua a la gran sala de música electrónica. Es una habitación pequeña y vacía que la recibe con los brazos abiertos. Una salita camuflada, diríase que hecha para el único cometido de proveer tranquilidad para la satisfacción.
Uno..Dos…Los polvos suben y el carpe díem hace acto de presencia como nunca habría imaginado que podría hacerlo.
Lula sale de la salita y redescubre la esfera social del rito que acaba de realizar. Se siente partícipe del acto, como si de un evento social se tratase (al fin y al cabo, es un evento social, se dice). Evento en el que todos comparten la búsqueda de la misma experiencia a través del mismo medio.
14:00h AM: Mediodía resplandeciente. Lula no sabe si la sensación de sueño es real o ficticia. Pero ríe, abraza y se arrastra hacia su hogar. Como el resto.

Yo digo

Tan sólo una vez en mi vida me porté de manera irresponsable, me permiti un descanso de conciencia, moral o juicio; y me dejé arrastrar a un abismo que desconocía.
Verano del 2001. Vacaciones en la ciudad natal. Visita a la familia.
Siempre me ha unido un amor filial tan sumamente intenso a mi primo; un año menor que yo y de naturaleza loca, homosexual e ingenua; que confíaba plenamente en su buen juicio y le permitía casi todo, creyendo que cada una de las locuras que pudiera acometer no eran más que una fase que le ayudaría a convertirse en la gran persona que sin duda sería.
Como decía…Verano del 2001. Calor. Fiestas de estío. Reunión con viejos amigos y un objetivo común: comernos la noche, la mañana y el mundo. Para lo que contábamos con tantos aliados que lo veíamos al abasto de nuestras manos. Comienza la noche del sábado.
Discoteca 1: Reencuentro con conocidos. Todo el mundo parece nervioso, a la espera de algo. Los conocidos se reencuentran. Bromean, ríen, estrechan manos, y comienzan los negocios. Yo, en la retaguardia, lo observo todo.
Las primeras botellas de agua son la también primera evidencia de lo que conlleva el divertimento de esa noche.
Es una estrella. Pruébala, va. No hace casi nada, no pasa nada.
Así que me encomiendo al buen juicio de mi primo y tomo mi primera pastilla de diseño. Una estrella que no sé a qué paraíso me llevará. El pájaro enjaulado que hasta entonces he sido…pugna por salir. Todo por la razón de experimentar. De formar parte de la sensación común.
Primero tomaremos media. Luego...una entera.
Si la mezclas con alcohol hace más efecto.
Todo el mundo es feliz, orgulloso, y vacila de ello. Yo me lo como todo con los ojos (y el mundo, ya llegará)
Fin de la Discoteca 1: Físicamente agotados (pero psíquicamente estimulados) el grupo de amigos nos retiramos un par de horas al hogar de mi primo.
Entre risas, conversaciones intrascendentes y cambios de ropa; rayas de speed desaparecen de la mesa del comedor. Yo ayudando a ello.
La primera fue como cuando se me metía agua por la nariz buceando en la piscina; o cuando me ahogaban mis amigos bromeando. La segunda fue más fácil. Se pareció más a comer peta zetas. Eso fue más adictivo.
Las 10 de la mañana y ojos de búho, palabras aceleradas, ánimo por las nubes. Tal fue el efecto de mis nuevos peta zetas.
12 AM. Discoteca 2: Un local herméticamente cerrado e inteligentemente insonorizado. Luces opacas en su interior; y lleno, aunque desde el exterior nadie lo hubiese dicho. Aquí, y a esta hora, el humor que domina parece distinto. Ya no hay risas ruidosas, bromas desfachatadas ni vaciles. Los ojos miran ahora a un punto más lejano y parecen más perdidos; pero sus dueños tienen un objetivo mucho más claro. En consecuencia todos los intercambios son más directos.
Te invito.
Busco de nuevo la mirada de aprobación. La encuentro y sonrío.
- Ok. Vamos -.
Entro en una pequeña habitación contigua a la gran sala de música electrónica. Es una habitación pequeña y vacía que me recibe con los brazos abiertos. Una salita camuflada, diríase que hecha para el único cometido de proveer tranquilidad para la satisfacción.
Uno...Dos…Los polvos suben y el carpe díem hace acto de presencia como nunca habría imaginado que podría hacerlo.
Salgo de la salita y redescubro la esfera social del rito que acabo de realizar. Me siento partícipe del acto, como si de un evento social se tratase (al fin y al cabo, es un evento social). Evento en el que todos comparten la búsqueda de la misma experiencia a través del mismo medio.
14:00h AM: Mediodía resplandeciente. No sé si la sensación de sueño es real o ficticia. Pero río, abrazo y me arrastro hacia mi hogar. Como el resto.